El primero de julio de 1997, en el hospital de Quilmes, nació el primer hijo de Patricia Pacheco y del “Potro Rodrigo”. Luego de su nacimiento, Ramiro, que todavía no tenía el apellido de su papá, vivía con su mamá y su familia en Ezpeleta, Provincia de Buenos Aires. Sus primeros años los pasó ahí, hasta que después su padre compró el departamento en el que vive hasta el día de hoy, en el barrio de Chacarita, en la ciudad porteña. “Los primeros flashes que tengo de mi vida son acá en esta casa, ya en el departamento donde vivo con mi mamá. El que venía de vez en cuando era mi papá, porque estaba con las giras, con todo el trabajo que tenía y lo mucho que le demandaba la música”, dijo Ramiro Bueno.
El 24 de junio del año 2000, la suerte hizo que sobreviva de un tremendo accidente automovilístico que tuvo como resultado dos víctimas fatales, entre los que se encontraba su papá. Al poco tiempo del accidente, hubo que realizarle una muestra de ADN para poder otorgarle el apellido del ‘Potro’. “Ella estaba super tranquila. Me decía que era su hijo. Que no había estado con otra persona. Lo que pasa que era una acción legal y había que hacérselo. Se lo reclamaban”, dijo Lencina, recordando cómo vivió la mamá de Ramiro ese momento.
Desde la muerte de su papá, la crianza de Ramiro quedó en manos de Patricia y su familia que, con mucho trabajo, logró salir a adelante. “Yo fui a colegio privado pero todos los años me lo pagó mi abuelo (materno). Él se hacía cargo del arancel porque en casa nunca pudimos darnos un montón de lujos. Nunca tuve un Max Steel, por ejemplo. Los autitos Hot Wheels que tenía me los prestaban mis amigos generalmente. A mí me gustaba el animé, me gustaban mucho las batallas de los guerreros Z, Goku, Gohan, Broly, Piccolo. Y como no tenía el dinero para comprarme las figuras, que también eran muy raras de conseguir acá en Argentina, me las dibujaba en una hoja de papel, las recortaba y jugaba como si fueran juguetes”, comentó.
Toda la primaria la hizo en el Argentina School, un colegio bilingüe cerca de su casa que le trae buenos recuerdos y también de los otros. Durante la primaria sufrió de bullying. Los otros niños se burlaban de él por ser ‘gordito’ o por tener gustos diferentes a la mayoría. No solo admiraba el animé, también la cultura japonesa, los videojuegos y escuchar rap hispano. Según él: “Siempre que pintaba la joda me tenían de punto a mí y eso era lo que me dolía y me molestaba. Había muchos días que llegaba a mi casa llorando y me quería cambiar de colegio. Lo sufrí un montón, pero eso también me hizo ser la persona que soy hoy”.
Luego que su grupo de compañeros se desarmó por diferentes motivos, se terminó yendo del colegio y comenzó a cursar en el San Pablo Apóstol. En la secundaria se inventó un personaje para vincularse con los demás y evitar que le sigan haciendo bullyng. En esa etapa se sentía muy presionado por dar una buena imagen y eso comenzaba a influirle. “Me sentía controlado por absolutamente toda la gente que me seguía. Pensaba que tenía que darles una imagen mía, de la cual no se tenían que decepcionar. A mí directamente me critican hasta el día de hoy solamente por ser el hijo de mi viejo. Es algo que uno no eligió. Hay mucha gente que me lo gratifica, que me tira cosas muy buenas y yo me quedo siempre con eso”, dijo Bueno.
En el año 2014 tomó clases de teatro con Javier Mondschein y después, a partir del 2015, dos años de coucheo actoral con Leo Bosio. “La verdad es un fenómeno, lo quiero muchísimo. De mis experiencias actorales, las más lindas fueron con Leo. Me ayudó muchísimo a enderezar mi vida y a encaminarme. Es una persona muy importante para mí. Capaz él no lo sepa, porque no he tenido la oportunidad de decírselo así en profundidad. Aprendí mucho a ser persona con él y a encontrarme a mí mismo dentro del arte. Yo me mandé en la música gracias a él”, dijo Ramiro. Su carrera como actor no tuvo un gran desarrollo aún, pero sí una experiencia laboral muy significativa. En el año 2018 se estrenó la película de su padre, en la que participa interpretando a un guitarrista de la banda de Rodrigo. Para él, el papel fue una linda experiencia. Se sintió muy cómodo porque lo fue viviendo desde otro plano, de una manera no tan exigente.
Su sueño, al igual que el de todos sus amigos, era ser jugador de fútbol pero su mamá siempre le inculcó que primero terminara de estudiar y, luego sí, podía hacer lo que quisiera. Eso mismo fue lo que sucedió: terminó la secundaria y se dió el gusto de experimentar lo que se sentía ser un jugador, al menos amateur. Justo cuando entró a estudiar periodismo deportivo, en la Universidad de San Martín, pudo fichar con un club. Jugaba de extremo derecho y se destacaba más por la entrega, el despliegue y la constancia, que por el talento con la pelota. Para ir a entrenar se iba todos los días a la mañana y se tomaba el subte B, en Chacarita, combinaba con el subte C, que lo llevaba a Constitución y de Constitución se tomaba la línea Roca para llegar a Lanús, donde practicaba con el club Porvenir.
Pudo sostener el estudio y el fútbol hasta el año 2019 donde dejó de jugar. “Abordé la carrera por la frustración de no haber podido ser jugador. Igual siempre fui muy apasionado del deporte en general, no solamente del fútbol, también del básquet y el atletismo. La realidad es que hoy en el mundo del periodismo deportivo, lamentablemente si no tenés un contacto o un allegado es muy difícil, y aparte es complicado encontrar un sueldo acorde que te permita vivir solo de la profesión”, dijo Bueno. Si bien vivió una experiencia radial por streaming, que asegura le aportó muchísimo desde el conocimiento y nada de dinero, actualmente no tiene pensado seguir por ese rumbo, ya que está cien por ciento metido en el proyecto de lanzar su carrera musical.
Su historia está atravesada por la música. Entre los 7 y 10 años fue a clases de guitarra. En esa época, cuando su mamá trabajaba en la feria del Parque Lezama como comerciante, él iba con sus amigos, agarraban un instrumento cada uno y pasaban por los puestos de la feria tocando música y pasando la gorra, para ver si alguno quería colaborar. Después con esa plata se compraba algún juguete o una golosina y se ahorraba tener que pedirle a su mamá, cosa que mucho no le gustaba. También tocó la guitarra en el coro de la iglesia, porque según dice, se aburría de estar sentado y escuchando a alguien hablar tanto tiempo.
En el 2019, justo antes de la cuarentena, se reunió con Ramiro Tercio (alias ‘El Ray’), artista, primer productor musical y amigo de Ramiro Bueno, para decirle que quería empezar a hacer su propia música. Enseguida se pusieron a crear el primer tema que se llama ‘Clase R’ y lo armaron entre los dos. Él también trabaja con otros productores, pero va generalmente una vez por semana al estudio ‘Del Ray’ a crear su música. Actualmente es artista independiente, por lo tanto, no trabaja con un sello discográfico ni una productora. Para él, eso tiene valor porque le da la libertad de poder trabajar con varios productores que ya son de su confianza y lo hacen sentir cómodo. "Lo que respeto y me gusta muchísimo de él es que hace lo que le gusta, más allá de lo económico o del éxito. Lo quiere hacer a su manera y con la música que a él le gusta”, afirmó 'el Ray'.
Actualmente está cursando la licenciatura en Comunicación Audiovisual, en la Universidad de San Martín, como posgrado de la carrera de periodismo deportivo. Le gusta prestar atención en clase porque siente que así aprovecha el tiempo que está ahí sentado. Luego, cuando llega la parte de estudiar en su casa, la facultad se transforma en un problema. En el orden de prioridades, ahora que está con la música, está escribir canciones antes que estudiar. “Sino, me pongo a leer historia, o leer un libro. Encuentro otro tipo de intereses. Por eso a la facultad siempre trato de enfrentarla con el debido respeto que se merece, porque si no te lleva puesta y no terminas más. Es muy complejo vincularlo con mis intereses reales”, finalizó Ramiro.



El sobreviviente
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